
Coleccionaba mariposas tristes, direcciones de calles que no existen. Pero tuvo el antojo de jugar a hacer conmigo una excepción. Y, primero, nos fuimos a bailar. Y, en mitad de un “te quiero” me olvidó. Coleccionaba amores desgraciados, soldaditos de plomo mutilados. Pero quiso una noche comprobar para qué sirve un corazón. Y prendió un cigarrillo y otro más. Como toda esperanza se esfumó. Por eso, cuando el tiempo hace resumen y los sueños parecen pesadillas, regresa aquel perfume de fotos amarillas.
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